Bibl. Univ., Vol. IV, No. 1, enero-marzo de 1989


Una biblioteca colonial en nuevo México


Cecilia Haupt

Universidad Nacional Autónoma de México

Dirección General de Bibliotecas

Este trabajo intenta dar a conocer algunos aspectos de una biblioteca colonial en la Provincia de Nuevo México.

La historia de las misiones franciscanas en Nuevo México, así como la descripción arquitectónica de cada una de las construcciones, se encuentran en el libro The missions of New Mexico, 1776, de Fray Francisco Atanasio Domínguez; publicado por la imprenta de la Universidad de Nuevo México, Albuquerque en 1956.

Esta interesante obra forma parte del acervo de Biblioteca Central bajo la clasificación F799/D64

Como parte de la descripción de la Misión de Santo Domingo (p. 130-138) se menciona que existía una biblioteca; la lista de los libros que la componían aparece en un capítulo en las páginas 220-223.

Esta biblioteca desapareció por una avenida del Río Grande en 1886 que arrasó con la iglesia y el convento. En 1942 en la sacristía de la actual iglesia sólo se conservaba un pequeño volumen, impreso en letras negras, sin cubierta o página titular, y que aparentemente es uno de los DECRETALES de San Gregorio, mencionado en la lista, el resto eran viejos misales y breviarios.

La magnífica biblioteca colonial había desaparecido, de su rico contenido sólo queda la lista hecha en 1788.

Convendría conocer la historia de la Provincia de Nuevo México, para comprender en qué contexto surgieron las misiones franciscanas, la de Santo Domingo entre ellas.

La primera noticia que se tiene de este extenso territorio, fue proporcionada por Alvar Nuñez cabeza de Vaca, quien en 1536 cruzó parte del territorio. La primera expedición, en 1539, fue dirigida por Fray Marcos de Niza, quien entró en contacto con los pueblos zuñi. En 1540 el virrey Antonio de Mendoza envió otra expedición al mando de Francisco Vázquez de Coronado, esta expedición regresó a México en 1542 pues la región no resultaba fácil de conquistar y tampoco era suficientemente atractiva desde el punto de vista económico.

En 1580 un pequeño grupo formado por tres frailes y una laico reinició la exploración de la región, pero fueron muertos por los indios. En 1582 Antonio de Espejo salió en su búsqueda, y encontró yacimientos minerales en Arizona, esto reavivó el interés y en 1590 Gaspar de Castaño de Sosa hizo un nuevo intento de colonización.

En 1598 Juan de Oñate con el cargo de gobernador y capitán general organizó una nueva expedición; partió con 130 soldados y sus familias, indios auxiliares, ganados y carros. Pasó por San Juan de los Caballeros y San Francisco o San Gabriel; en 1608 Oñate renunció a la empresa y a los cargos de gobernador y capitán general.

La expansión continuó y en 1609 ó1610 el tercer gobernador Pedro de Peralta fundó la Villa Real de la Santa Fe de San Francisco de Asís (hoy Santa Fe) que desde entonces ha sido la capital. En este siglo se establecieron numerosas misiones franciscanas, y en 1617 Fray Esteban de Perea fue nombrado primer custodio de la provincia.

Para 1630 vivían ya en la región 250 familias españolas y aproximadamente 700 mestizos; en los alrededores se encontraban 90 pueblos sometidos y 25 misiones franciscanas. Para 1680 había ya 2,500 colonos de origen español, ese año los indios se sublevaron, mataron a 400 españoles y 21 misioneros y destruyeron las construcciones.

En 1692 se reanudó la colonización, y en 1706 se fundó la villa de Albuquerque por el gobernador Francisco Cuervo y Valdés. A mediados del siglo XVIII Nuevo México contaba con 34 mil habitantes, de los cuales 20 mil eran españoles y 14 mil eran indígenas.

En este contexto, en 1788 se realizó el inventario de la biblioteca del convento de Santo Domingo.

Podría suponerse que la biblioteca de una misión franciscana, en una región tan inhóspita y apartada como la provincia de Nuevo México, poseyera únicamente libros directamente relacionados con la labor eclesiástica y pastoral, sobre todo considerando la fecha de existencia de dicha biblioteca, mediados del siglo XVIII. Resulta sorprendente encontrar entre los títulos del inventario a los clásico latinos Virgilio, Horacio y Ovidio; nada menos que las Epístolas de Horacio y la Metamorfosis de Ovidio.

Desgraciadamente el inventario de 1788 no recogió ni el año ni el lugar de impresión de tan interesante material; seguramente los datos omitidos nos hubieran conducido a importantes ediciones.

También aparecen otros temas: gramática, historia, física, geografía... se pueden señalar algunos de esos títulos: un Bocabulario de Antonio de Nebrija, impreso en 1492 en Salamanca; dos Grammaticas de la lengua griega en idioma español, impresas en Lyons en 1678 ; Disputationes de indiarum jure... de Juan de Solorzano Pereira, de Madrid 1692; Conquista de las Islas Philipinas... de Gaspar de San Agustín, Madrid 1698; Historia de la Conquista de México... de Antonio de Solís y Ribadeneyra, México 1684; Super octo libros Physicorum Aristotelis comentarii, de Fray Domingo de Soto, Salamanca 1545; y materiales tan extraordinarios como Cuatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales que estan recibidos en el uso de la medicina en la Nueva España, de Francisco Hernandez, Madrid 1615; y la Introductio in universam geographicam tam veteram quam novam, de Philip Cluver, Leyden 1624.

Considerando que la lista está publicada en el libro que ya mencionamos como fuente de información de este trabajo, sólo deseamos hacer algunos comentarios, señalando ciertos ejemplos.

Estos ejemplos nos permiten advertir la importancia y valor de la desaparecida biblioteca.

El libro más antiguo de esta biblioteca impreso en España, fue editado en Salamanca en 1492, es decir el año del descubrimiento de América. Se trata del ya mencionado Bocabulario de Nebrija.

El 2o. más antiguo el Bocabulario Eclessiatico, de Rodríguez Fernández de Santaella, fue impreso en Sevilla en 1499, es decir 24 años antes de la caída de la Gran Tenochtitlan.

El 3er. libro, impreso en 1502 en Alcalá de Henares, es probablemente una edición de Vita Christi cartuxano romancado por Fray Ambrosio Montesino.

En lo que se refiere a libros impresos en México, los tres más antiguos son de los años 1599, 1606 y 1611 y corresponden a los siguientes títulos:

1599 Advertencia para los confesores de los indios de Fray Juan Bautista

1606 Sermonario en lengua mexicana de Fray Juan Bautista

1611 Camino del cielo en lengua mexicana de Fray Martín de León

Lo que respecta a libros impresos en ciudades europeas, los tres más antiguos son de los años 1541, 1573 y 1575

El libro de 1541, impreso en París es Declamatio exppostulatoria por inmaculata Conceptione Genetricis Dei Marie, de Fray Luis de Carvajal.

El de 1573 fue impreso en Lisboa y se trata de Primus tomus Concionum de tempore de Fray Luis de Granada.

El libro de 1575, impreso en Calari es Flores Theologicarum questionum in libros Sententiarum de Fray José Anglés.

Sería interesante realizar una confrontación entre este inventario de la desaparecida biblioteca, y los inventarios de otras colecciones coloniales, y aun de las colecciones que perduran en nuestros días.

Podemos suponer que la Universidad de Nuevo México continúa las indagaciones sobre tan importante asunto, ya que los archivos, o una parte de ellos, de la Provincia franciscana de Nuevo México se encuentran aun en ese sitio.

Me interesó dar a conocer estos datos, porque por lo general conocemos de manera muy fragmentaria e incompleta la historia y forma de vida de pasado colonial de nuestro país, más aun la historia y vicisitudes de los territorios que dejaron de formar parte de la nación mexicana.

Me resultó de particular interés la diversidad de temas y asuntos contenidos en la biblioteca y sobre todo el origen de procedencia de los libros.

Surgen dudas y preguntas acerca de cómo y cuándo llegaron tan importantes materiales a tan distante e incomunicado lugar.

Quiero concluir este comentario haciendo ver que la época colonial no fue un periodo oscurantista; y subrayar el hecho de que los conventos, en este caso de la orden franciscana, fueron verdaderos focos y centros de cultura del más alto nivel; quienquiera que tuviera tiempo e interés por libros de la biblioteca de Santo Domingo en la provincia de Nuevo México, era un hombre culto e instruido.


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